Si los alimentos son integrales contienen más vitaminas, minerales, enzimas, aminoácidos y carbohidratos complejos que los alimentos refinados, como por ejemplo la harina corriente, pan blanco, cereales refinados, azúcar blanca, pastas, etc.; los cuales han perdido casi totalmente su valor nutritivo, y solo ayudan a la acumulación de grasas y almidones en el cuerpo.
Un alimento integral en su mayoría produce rápidamente saciedad y no facilita la acumulación de grasa en los tejidos. La presencia de integrales en nuestra dieta diaria, contribuye a la pérdida de sobrepeso y grasa.
Su mayor valor nutricional y su alto componente de fibra, permiten convertir la grasa directamente en energía, evitando que esta se acumule en los tejidos y las arterias, previniendo la aparición de enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y muchas otras enfermedades .
La presencia de fibra permite al organismo asimilar las calorías lentamente y no de forma brusca, que por lo general ocasiona malestares como somnolencia, especialmente a la hora del almuerzo. Paralelamente la fibra mejora la digestión y el aprovechamiento de los nutrientes, teniendo además un efecto laxante, lo cual ayuda a mantener un tubo digestivo sano y limpio, favoreciendo la eliminación de sustancias cancerígenas o tóxicas.
Poseen gran cantidad de vitaminas, sales minerales, proteínas, enzimas y sustancias que contribuyen a mejorar la salud, reforzando la vitalidad de nuestras células y permitiendo su regeneración.
Conservan su contenido de vitaminas (especialmente vitamina E y complejo B) y minerales, además de otros micronutrientes, como selenio, zinc, cobre, cromo, magnesio, fósforo, etc.